Entre los blogs han surgido tanto textos y estilos novedosos como insufribles diarios personales; tanto expertos en cualquier asunto que ofrecen sus conocimientos de una manera directa y apasionada, como pelmazos que son todo pose y pedantería. Un mundo diverso, en constante evolución, abrumador, en el que sin embargo también se ha ido desarrollando una relación particular, concretamente entre el autor y las personas que le escriben comentarios.
Los comentarios, que suelen ser señal de que el blog despierta cierto interés, parten, sin embargo, de una realidad muy distinta que poco tiene que ver normalmente con que alguien comente movido por el interés por lo que se escribe. Es decir, es necesario dedicar tiempo a comentar en otros blogs más o menos afines al espíritu del propio, de tal modo que por pura cortesía los demás también comenten en el nuestro. Estas relaciones se alargan en el tiempo y se acaban formando una serie de habituales que comentan más o menos siempre porque nosotros también lo hacemos. Quizá hay algo de servilismo en todo esto, de adulación mutua, aunque muchas veces sí existe un auténtico interés por lo que se dice, una equivalencia de sensibilidades que favorece esta clase de cordialidad.
Estos lazos servilistas y corteses se disparan en el caso de las chicas que tienen blogs. No les costará conseguir toda una camarilla de admiradores alabando sus excelencias, aunque no exista ningún tipo de calidad u originalidad. Esta clase de chicas responderán pagadas de sí mismas, como una princesa entre el vulgo, conscientes de la admiración y baba reinante, con una especie de ridícula autoimportancia. Muchas veces parece que lo central no es el texto en sí, que por otro lado suele ser, en el mejor de los casos, una basura de la peor calaña, una inmundicia sin ningún tipo de perdón, sino simplemente escuchar comentarios elogiosos e indisimuladamente peloteros. No hay un interés real por lo que se escribe, de hecho es lo de menos. Ellas alimentan su buen nivel de lectores comentando, asimismo, en otros blogs en los que reciben la misma clase de trato zalamero.
Si la chica es guapa y lo demuestra con fotos, o escribe con cierto estilo, lo tiene todo para convertirse en una reina bloguera. Cualquier mínimo atisbo de belleza o inteligencia es exagerado hasta niveles absurdos por una cuestión tan trivial como el sexo y la atracción en el fondo puramente genital que despierta. Hay casos realmente estrafalarios, como el insustancial blog El rincón de Montse Akane: no dice nada relevante, ni siquiera escribe bien y muchas veces se limita a enseñar sus dibujos, sin avergonzarle lo más mínimo que sean por lo general engendros sin ningún tipo de justificación. Sin embargo, es la novia de Viruete, razón más que suficiente para que cada post reciba un buen número de apasionantes comentarios sobre lo bien que le ha quedado dibujado un fémur o unos gorilas del zoo.
Obviamente, estas relaciones de cortesías mutuas tienen sus contraprestaciones, que acaban derivando en hechos que demuestran claramente que lo importante no es lo que escriben, sino que se les diga lo bien que lo hacen. Si no se les comenta porque sinceramente no hay nada que aportar, si se descuida la tarea de responder a sus agudos comentarios o si se les hace cierta mínima crítica hacia alguno de sus textos, borrarán sin temblarles el pulso los enlaces que tan alegremente pusieron el día que se les dijo que eran las nuevas Virginias Woolf de los blogs. La insobornable fascinación que les despertaban nuestros textos, su más ferviente admiración, sus más adornados cumplidos, van todos a parar al botón de eliminar enlace en cuanto dejamos de decirles lo geniales que son escribiendo.
Si queréis, haced la prueba. En la mayoría de los casos, el interés genuino por algún blog en concreto quedará sepultado a las primeras de cambio por el juego hipócrita, servilista, adulador, complaciente, de palmadita en la espalda que campa a sus anchas de manera tan patética por la blogosfera.
Los comentarios, que suelen ser señal de que el blog despierta cierto interés, parten, sin embargo, de una realidad muy distinta que poco tiene que ver normalmente con que alguien comente movido por el interés por lo que se escribe. Es decir, es necesario dedicar tiempo a comentar en otros blogs más o menos afines al espíritu del propio, de tal modo que por pura cortesía los demás también comenten en el nuestro. Estas relaciones se alargan en el tiempo y se acaban formando una serie de habituales que comentan más o menos siempre porque nosotros también lo hacemos. Quizá hay algo de servilismo en todo esto, de adulación mutua, aunque muchas veces sí existe un auténtico interés por lo que se dice, una equivalencia de sensibilidades que favorece esta clase de cordialidad.
Estos lazos servilistas y corteses se disparan en el caso de las chicas que tienen blogs. No les costará conseguir toda una camarilla de admiradores alabando sus excelencias, aunque no exista ningún tipo de calidad u originalidad. Esta clase de chicas responderán pagadas de sí mismas, como una princesa entre el vulgo, conscientes de la admiración y baba reinante, con una especie de ridícula autoimportancia. Muchas veces parece que lo central no es el texto en sí, que por otro lado suele ser, en el mejor de los casos, una basura de la peor calaña, una inmundicia sin ningún tipo de perdón, sino simplemente escuchar comentarios elogiosos e indisimuladamente peloteros. No hay un interés real por lo que se escribe, de hecho es lo de menos. Ellas alimentan su buen nivel de lectores comentando, asimismo, en otros blogs en los que reciben la misma clase de trato zalamero.
Si la chica es guapa y lo demuestra con fotos, o escribe con cierto estilo, lo tiene todo para convertirse en una reina bloguera. Cualquier mínimo atisbo de belleza o inteligencia es exagerado hasta niveles absurdos por una cuestión tan trivial como el sexo y la atracción en el fondo puramente genital que despierta. Hay casos realmente estrafalarios, como el insustancial blog El rincón de Montse Akane: no dice nada relevante, ni siquiera escribe bien y muchas veces se limita a enseñar sus dibujos, sin avergonzarle lo más mínimo que sean por lo general engendros sin ningún tipo de justificación. Sin embargo, es la novia de Viruete, razón más que suficiente para que cada post reciba un buen número de apasionantes comentarios sobre lo bien que le ha quedado dibujado un fémur o unos gorilas del zoo.
Obviamente, estas relaciones de cortesías mutuas tienen sus contraprestaciones, que acaban derivando en hechos que demuestran claramente que lo importante no es lo que escriben, sino que se les diga lo bien que lo hacen. Si no se les comenta porque sinceramente no hay nada que aportar, si se descuida la tarea de responder a sus agudos comentarios o si se les hace cierta mínima crítica hacia alguno de sus textos, borrarán sin temblarles el pulso los enlaces que tan alegremente pusieron el día que se les dijo que eran las nuevas Virginias Woolf de los blogs. La insobornable fascinación que les despertaban nuestros textos, su más ferviente admiración, sus más adornados cumplidos, van todos a parar al botón de eliminar enlace en cuanto dejamos de decirles lo geniales que son escribiendo.
Si queréis, haced la prueba. En la mayoría de los casos, el interés genuino por algún blog en concreto quedará sepultado a las primeras de cambio por el juego hipócrita, servilista, adulador, complaciente, de palmadita en la espalda que campa a sus anchas de manera tan patética por la blogosfera.