viernes, 6 de abril de 2007

Jaime Poch en el metro

Ese chico que está ahí sentado, acurrucado al final de la línea de asientos del vagón de metro, apretando una carpeta con sus brazos, con la cabeza parcialmente calva y dejando escapar una mirada de desconfianza por encima de sus gafas de pasta, es ni más ni menos que Jaime Poch. Ha salido a las siete de la empresa donde trabaja como informático, ha cogido el metro en Paseo de Gracia y ahora espera a que llegue su estación mientras observa a la gente que entra.

Un tipo gordo se sienta a su lado y Jaime se ve obligado a apretar sus hombros estrechos en torno a la carpeta. Está incómodo, aunque se olvida enseguida cuando entra un grupo de jóvenes que se arremolinan junto a una de las puertas. No deben de tener más de dieciocho años. Hablan en voz alta y a risotadas, y entre ellos hay una pareja que se abraza y se mete mano. Se fija en el novio. Lleva gafas de sol dentro del vagón. "Menudo subnormal", piensa. Pero su chica no está nada mal. Viste unos tejanos apretados que le marcan un culo respingón y carnoso. Justo cuando Jaime repara en él, su novio pone sus manos repletas de anillos encima y se lo aprieta con fuerza.

En ese grupo hay también dos chicas muy guapas hablando entre sí sobre los exámenes. Están perfectamente maquilladas, sus cortes de pelo parecen creados para un pase de modelos, sus cuerpos son todo curvas apretadas por telas ínfimas, huelen a perfumes caros. A Jaime se le va todo el rato la vista hacia ellas. Le mueve una especie de fascinación estética y un primitivo instinto sexual que le sugiere que se levante en ese mismo momento, les arranque la ropa y se las folle de una manera brutal y sin concesiones. Pero justo cuando empieza a imaginar ese tipo de cosas, el resentimiento hace que se le encoja el estómago. La verdad es que no tiene nada que hacer con ellas. Como mucho se reirían de él. Tiene treinta años y su única experiencia sexual fue con una puta cuando cumplió los veintiséis.

El chico de las gafas de sol le está comiendo la boca obscenamente a su novia y después le toca las tetas. "¿Cómo puede estar con ese gilipollas?". Se indigna. Él le ofrecería cariño y ternura, le haría regalos cada día, la protegería y la trataría como a nadie. Siente compasión hacia sí mismo y levanta el brazo para rascarse la barbilla. Lo baja enseguida porque de la axila le llega un olor espeso y agresivo.

El cartel indicativo informa de que la siguiente parada es Clot. Se levanta y camina hacia la puerta. Los chicos también bajan ahí. Tiene justo detrás al tipo de las gafas de sol, que bromea con sus amigos. Experimenta entonces un ramalazo de algo parecido al orgullo. Se siente seguro y casi sonríe. Le da mil patadas a ese chaval. Él es mucho más sensible y más capaz de apreciar...

-¿Te bajas o qué, pasmao?

Jaime se paraliza. "No puede ser". La puerta se abre y antes de que le dé tiempo a reaccionar, el grupo pasa a su lado casi atropellando. Está claro lo que ha ocurrido: lo han tratado como una cucaracha miserable y él se ha dejado pisar, como siempre, porque no tiene carácter y es un cobarde. Una sensación gris y pesada le abruma al enfilar las escaleras mecánicas.

Intenta pensar en otra cosa mientras camina por la calle. Sube las escaleras de su edificio, abre la puerta y saluda a su compañero de piso y a su novia, que están viendo una película picando de un cuenco lleno de palomitas. Cruza el pasillo y lo primero que ve cuando llega a su habitación y enciende la luz, es el rollo de papel higiénico que preside su mesita de noche.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Sin palabras, todo realidad...
Por supuesto que me pasaré todo lo a menudo que pueda por tu blog, ya me has enganchado.
Vaya, he de levantarme que mi cd de Police no para de saltar...
Por cierto, totalmente de acuerdo también en tu comentario sobre el trabajo y que las mujeres somos más dadas a liarla en plan revolucionario pero, yo que soy la única chica en mi oficina, te diré también que muchas veces somos las más dispuestas a dar la cara y liarla buscando mejoras para todos...(que tampoco suele salir bien, pero bueno...)
Saludos en una Semana Santa cálida desde la otra punta del país.

Shiba dijo...

Magnífico retrato del perfecto don nadie... pajillero, triste, solitario... (lo del momento olor corporal lo ha retratado de una manera...)...

Parece ser que, como en Madrid, los trenes y metros dan mucha información de los submundos que hay para construir un buen relato corto. En el fondo, pocas cosas le distinguen de los patanes a los que critica interiormente. Cada uno es un cobarde a su manera.

Enhorabuena, Glasshead.

Anónimo dijo...

joder tío, joder

no puedo decir otra cosa

esta vez no hay sarcasmo,bueno excepto al final,o es todo una inmensa parodia quizá..
lo del papel es excesivo
bueno,es una opinión

("pajillero".. como que "pajillero"? pero,es eso una especie de profesión..de manera de ser? todos se hacen pajas no? el de las gafas de sol tb o qué piensan..)


te doy un pico virtual vale?
si no me he dejado emocionar de todo por este escrito y el anterior es porque aún creo que esté la ironía detrás,y yo no la capte. pero ganas no me han faltado

tio te quiero un poco,lo que se puede querer a alguien que ..no me sale la frase,pero es en plan que pones cosas y todas las siento como lo que yo pienso,y ni modas ni cosas de ese tipo van contigo

Mr. Glasshead dijo...

burbuja: efectivamente, el impulso de rebelarse, aunque fuera engañadas, fue en mi empresa algo eminentemente femenino y con una muy buena intención de base en la mayoría de los casos.

Lucinda: gracias por el comentario. En realidad los transportes públicos son micromundos donde observar a los demás, como mínimo, es entretenido.

persona que lee esto: lo del rollo de papel higiénico sobre una mesita es algo que pude ver en un piso compartido, en la habitación de un tipo que se parecía mucho al personaje del artículo. Y muchas gracias por lo que dices.

Anónimo dijo...

y no podía ser para sonarse los mocos?
(lo digo por experiencia propia,ya que a veces cuando la nariz se tapona o es un grifo los kleenex se acaban rápido)
bueno,pero es que le toca de todo:encima de todo,oler mal. eso ya si que no. lo de oler mal es muy grave tío,pero entiendo cuando se llega a ese estado. Lo que me extraña es que tenga un trabajo.no se,suelo identificar trabajo con éxito en la vida,al menos un mínimo. bueno,llevaba ocho horas o mas currando,tampoco es raro que le oliera el ala un poco.
jaja,parece que es alguien no? me he enganchao mas a ésto
una pregunta:la foto en blanco y negro borrosa,eres tú? me suena pero no se,parece un tío de un grupo. esta muy borrosa
estamos aqui esperando q escribas mas,nos tienes...te falta el autobús para completar la trilogía de la miseria transportil urbana. el artículo de los viejos que hiciste muy bien,y su olor no es lo peor,de verdad,hay cosas muucho peores en su actitud. pero no tocaré éste tema tan-oh- realmente incorrecto.
eres bofifa no?
ja ja

Mr. Glasshead dijo...

persona q lee, etc:

Puede que el rollo de papel higiénico fuera para eso, pero a mí me impactó verlo en el centro de la mesita, como un tótem o algo así, y en todo caso me parecía divertido jugar con el tópico (tampoco digo en el artículo que lo use para pajearse, jeje). Supongo que es una idea que surge por si sola tras conocer al personaje y sus circunstancias. El trabajo no es nada del otro mundo, un puesto de informático que obliga a estarse diez horas mínimo al día en la empresa por no mucho más de 1000 euros al mes.

El de la foto sí soy yo. Me has hecho recordar ese artículo sobre los ancianos, que lo escribí hace un montón. Sí he sido Bofifa, pero depende, porque un amigo mío también usa ese nick para comentar.

Un saludo!